Aunque parezca increíble, Perú, junto a Bolivia, deben de ser unos de los países más ricos de Sudamérica, considerando que ambos se encuentran sentados en un cerro de oro.

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Sin entrar en temas polémicos, o al menos intentando no entrar en ellos, puedo decir que Perú hoy al fin despega en el tema minero, y lo más importante, consigue estabilizarse políticamente como nunca antes, gran cosa si se pretende derribar la pobreza más extrema y aquella que nadie parece tomar en consideración, la pobreza cultural. Aún así, las empresas se están preparando con agresividad para los tiempos que se les vienen, preparando a su gente, haciéndolos estudiar y generando alianzas con universidades del exterior para que vengan a prepararlos.

A Bolivia, le veo poco futuro con Evo Morales al frente. Lamentablemente, la época de los caciques y los indios ya está pasada de moda y será muy difícil que en las condiciones que manejan el país actualmente tengan éxito, aún cuando están asentados sobre una montaña de oro, de gas, y tantos otros minerales de buena ley, que están a la espera de ser explotados, bajo kilos de tierra inerte, que no se mueve si no se inyecta capital, ese al que tanto escupen los bolitas, pero que tan necesario es, para que sus piedras preciosas en bruto tengan algún valor. Así como están, nada valen.

En Perú es muy famoso el Museo del Oro, ubicado en Lima, ya que cuenta con una colección de unas 10.000 piezas de oro, plata y cobre. Durante el año 2001 se sospechó que el museo estaría exhibiendo piezas falsas, por lo cual se cerró un tiempo, sin embargo el museo tiene su prestigio y vale la pena visitarlo. Este asunto de la falsificación en Perú es extraordinaria, tanto así, que hasta títulos profesionales se venden a unos pocos soles, y cualquier hijo de vecino puede ejercer entre cuatro paredes si así lo desea. Los castigos para este tipo de oficio son tan bajos que a nadie le da cosquillas siquiera oír que por ahí viene la policía, que además, es muy fácil de coimear. Como dicen por ahí, la necesidad tiene cara de hereje, y es con los turistas con quienes más se desquitan para cobrarles peajes, partes y multas, además de venderles gato por liebre, así que si vas a Perú, tíñete el pelo negro, la piel bien tostada y lleva una camisa vieja y sudada para pasar algo más desapercibido entre los locales.

Foto: flickr

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