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Una ONG local considera que el turismo es una vía a la conservación de los delfines. ¿Cuántas veces hemos visto los saltos de los delfines entre las olas del océano del Perú, los locales están tan acostumbrados a verlos, que no alcanzan a apreciar el valor que tienen para los extranjeros.

El biólogo alemán Stefan Austermühle ha estado estudiando a estos mamíferos durante los últimos 4 años en Perú, lo que le dio una idea acerca de una actividad que podría promover la conservación de los delfines y mejorar la vida de los pescadores: el avistamiento de delfines.

Los avistamientos suelen producirse en las costas de Punta Lobos, a nos 60 kilómetros al sur de Lima, muy cerca de Chilca. Hasta ahora, muy pocos sabían que Perú es un país privilegiado en cuanto a la observación de delfines, porque en otras latitudes, hay que recorrer miles de kilómetros de costas para ver dos o tres delfines.

Stefan le ha sacado miles de fotografías a los delfines, y ya puede identificar a muchos. Una gran parte de los delfines que se ven en la costa, viven allí de modo permanente, sin embargo, el gran problema que hay hoy en día es el mercado negro de carne de delfín.

Stefan a los 18 años se unió a Greenpeace y en 1998 terminó de intercambiar emails con Nina Pardo, quien administraba por ese tiempo un grupo dedicado a proteger animales en Perú. Con el tiempo se casaron y fundaron la ONG Mundo Azul, con la que trabajan en educación ambiental y rescate de animales, además de llevar a cabo estudios científicos que incluyen la evaluación de nuestra diversidad biológica marina y submarina y los tipos de hábitats que hay en las costas.

La ley 26585 que prohíbe cazar y vender carne de delfines no se respeta y es común hallar restos de carne muerta un poco más lejos de la costa. La carne se vende a cuatro soles el kilo, mientras que antes de 1996 esta carne era muy cara y se vendía en los supermercados locales.

Los pescadores hoy cazan los delfines de carne oscura antes que los nariz de botella, los trozan en sus barcos y luego botan sus cuerpos para deshacerse de la evidencia. Los leones y tortugas marinas corren la misma suerte que estos delfines. En total deben ser unos 3 mil delfines que se cazan cada año.

Los delfines viven muchos años, entre 30 y 80 y son al igual que las ballenas, un excelente indicador de la salud del ecosistema marino. Sus muertes indican que algo está mal.

Mundo Azul recauda dinero para investigar y guiar expediciones turísticas que lleven a observar a los delfines, buceando en Pucusana. La idea me parece genial, aunque si no se logra parar las matanzas ilegales, quizás la industria de observación de delfines no consiga prosperar.

Vía: livinginperu, Foto: flickr

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